El día que escribo este relato Dios me está dando la oportunidad de cumplir un año más de vida. Han pasado 25 años llenos de muchas experiencias gratificantes y también experiencias que me han hecho aprender lecciones de vida que me han formado a la mujer que ahora soy. No puedo dudar que durante todo este tiempo Dios ha estado conmigo y aun cuando caigo él siempre está ahí para levantarme.

Hace mucho tiempo en mi surgió un deseo de servir a mi Dios siendo una misionera, el problema era que no sabía que pasos debía de tomar para poder cumplir ese deseo y el llamado de Dios, es así que inicié una búsqueda de lugares a los cuales yo quería ir, pero nada se daba, ninguna de las veces que intenté ser misionera lo conseguí, fue entonces que una persona me hizo plantearme las razones por las cuales quería ser misionera, si era el hecho de conocer nuevos lugares, viajar a distintos países o era que realmente deseaba que Dios guiara mi vida y él me llevara a los lugares que tenía preparados para mí.

Tuve que replantear mis deseos y preguntarle a Dios qué era lo que deseaba de mí y realmente dejar que él me guiara. Fue así que se abrió una oportunidad para hacer un curso para misioneros en el país de Belice, esos meses fueron muy duros para mí, era como si Dios deseara que desaprendiera todo lo que sabía hasta el momento renunciara a mis deseos y a través de lágrimas, enojos y muchas personas que estuvieron ahí para ayudarme a continuar Dios me mostrara el sentido de mi vida, pero cuando creí que ya había aprendido lo que necesitaba aprender sobre ser un misionero vino una nueva oportunidad de ir a servir pero ahora se trataba de otro país. Y fue así que el 13 de enero del 2019 viaje al país de Colombia, un país con una cultura completamente distinta a la mía.

Han pasado varios meses desde mi llegada a este lugar. Durante este tiempo he tenido la oportunidad de conocer a muchas personas, trabajar con ellas y para ellas. He podido trabajar en construcción, agricultura y ahora Dios me ha abierto la oportunidad de entrar a la comunidad. Dos días a la semana camino 20 minutos para llegar hasta la comunidad de San Vicente de Paul para poder hablarles a las personas de temas de interés familiar. En esta comunidad he visto rostros llenos de tristeza, sin esperanza,  jóvenes con fobia de salir de sus hogares, madres preocupadas por sus familias, hogares que no encuentran la forma de solucionar sus problemas. Veo la necesidad de que ellos conozcan de Dios es por eso que junto a todos los voluntarios que estamos trabajando en Silo, nos hemos propuesto poder ayudar a esa comunidad, sé que no es fácil y aún nos falta mucho camino por recorrer, pero Dios nos capacitará para poder hacer una gran labor en ese lugar.

Este llamado no es solo para nosotros, Dios nos ha llamado a cada uno para cumplir con una misión en este mundo. Quizá en tu corazón está el deseo de ser un misionero, pero por ahora no puedas salir de tu ciudad o tu país, pero recuerda que hay muchas personas a tu alrededor que están esperando conocer al Dios que sirves. No pierdas la oportunidad de predicarles a otros sobre el Dios tan grande que ha guiado, guía y seguirá guando tu vida, así como lo ha hecho con la mía. Si quieras saber más sobre nuestro trabajo en la fundación Silo, te invito a que leas las historias de otros misioneros que al igual que yo están haciendo una gran labor por la gente de este lugar. Sigue nuestras actividades porque aún hay muchas historias por escribir un gran camino por recorrer. Esta labor aún inicia. Dios te bendiga.

Por: Thalita de la Cruz