Cierto día del mes de junio recibimos la invitación a un viaje misionero en julio a un lugar de Colombia llamado Paujil. Teníamos un mes para prepararnos, cada mañana cada uno de nosotros oraba y pedía a Dios que proveyera los recursos necesarios para ese anhelado viaje misionero. Para algunos de nosotros era la primera vez en un evento como ese, y otros ya tenían experiencia, pero de igual manera se sentía la emoción de poder participar en la gran obra que Dios nos dejo en este mundo de poder predicar el evangelio a todas personas, cada día que trascurría se hacia mas cercana la fecha, y nosotros seguíamos un poco preocupados porque ninguno tenía los recursos financieros para poder viajar, hicimos actividades para recolectar fondos pero no fueron suficientes, oramos fervientemente para que Dios diera lo necesario hasta que llego el día anterior a la fecha de viaje, pensábamos que nadie podría ir pero nos llego la noticia de que hubo un pequeño aporte para los pasajes, desde luego, muy alegres agradecimos a Dios.

Nos separaban casi 20 horas de Medellín a Paujil, durante el recorrido pudimos apreciar de los ricos paisajes que tiene Colombia su área verde montañosa y cantidades de lagos, poder sentir el cambio de clima de un frio agradable a un templado más cálido, luego por fin llegamos a pueblo de Paujil, un pueblo no tan grande cuenta con solo 20 mil habitantes.

Nos alojamos en una casa que nos ofreció una hermana de la iglesia, luego, poco a poco, fueron llegando los demás integrantes del grupo que participarían de la actividad. Cada uno fue familiarizándose con el lugar, luego de trascurrir algunas horas el grupo se completó, éramos 35 personas listas para realizar la obra, de mi parte no había visto tantas personas unidad por una misma causa, realmente era un gran reto para sólo 5 días, así que nos organizamos en grupos de 5 a 6 personas. Habían personas capacitadas en el área de nutrición, psicología y fisioterapia para poder abarcar todo el pueblo. Cada día los grupos salían durante todo el día a visitar personas en todo el pueblo, por las noches se realizó la campaña evangelística donde asistían mas de 100 personas a cada reunión con el deseo de escuchar la palabra de Dios, pudimos realizar actividades como clases de cocina, clases de confección de pan, hasta prestamos la ayuda de construcción de casa de un señor, realmente fue para cada uno de nosotros una experiencia excepcional, aprendimos a mejorar en falencias que teníamos. Ahora estoy más convencido que es la obra de Dios, pues al salir no me imaginaba que la población fuera a responder de la manera que lo hizo. Creo que fue Dios quien preparó todo ántes, y ahora me siento feliz de ser su instrumento.

Por: Abel González.